A principios de abril una gran grieta fue descubierta al suroeste de Kenia, en África. Se trataba de una raja de unas dimensiones extraordinarias: por varios kilómetros atravesaba carreteras, campos y hasta una reserva natural. Aunque generó alarma entre los pobladores, varios científicos aclararon que se trataba de una falla en el terreno africano que, poco a poco, dividiría al continente en dos. Un proceso natural que tardaría millones de años en concluirse. (Lea «Una enorme grieta divide a África»)

Esta semana los habitantes de Nueva Zelanda se inquietaron por un hecho similar. En la Isla Norte, una de las dos islas que conforman ese país, también apareció una grieta. Era mucho más pequeña que la de Kenia, pero sus dimensiones eran considerables: 20 metros de profundidad y 200 metros de largo. Es decir, tan extensa como dos canchas de fútbol y tan profunda como un edificio de unos siete pisos.

La raja había sido encontrada por casualidad por un campesino de la cuidad de Rotorua cuando transitaba por la granja para ordeñar vacas. Pese a que en principio se pensó que también se trataba de la actividad geológica, las pesquisas de los investigadores sugieren que se pudo generar porque la zona afectada se encuentra en un terreno calizo en el que, debido al agua, se pueden formar cavidades subterráneas.

En el caso de esta grieta es probable que se trate de una cavidad que ha estado formándose durante varias décadas. En otras palabras, la lluvia pudo haber disuelto la piedra caliza subterránea, ocasionando un colapso de la tierra.

Como le dijo el volcanólogo Brad Scott a la cadena TVNZ, esto se debe a que la granja se encuentra situada en el cráter de un volcán inactivo desde hace mucho tiempo.